El Silencio


Silencio
El Silencio como virtud humana


El silencio tiene un valor eminentemente práctico para todas las personas tanto a nivel de la salud como del orden social, podemos analizar el silencio desde dos perspectivas, la externa y la interna, la externa sería la ausencia de ruido común y la interna la experiencia de paz, de ausencia de actividad mental cuando se encuentra en estado de conciencia pura.

Desde la perspectiva interna el silencio es un medio hábil de lograr una atmósfera de trabajo adecuada y una herramienta eficaz para el desarrollo intelectual y cultivo de la mente. Es una herramienta hábil como un inductor hacia la calma interna necesaria para contrarrestar la ansiedad y la prisa impuesta desde las tentaciones del mundo 

El silencio nos dará la paciencia necesaria para la resolución de problemas, nos dará la posibilidad de elección de la palabra precisa cuando se nos habilite el uso del verbo, nos dará la posibilidad de brindar una respuesta adecuada, inteligente, fraterna, libre de egoísmos, de falacias y ofensas pero sí cargada de luz.

Aprendiendo a escucharnos, aprenderemos a darle a nuestras palabras el sentido profundo y correcto que una persona cultivada ha de tener, cuando adquiramos la facultad del verbo no parlotearemos, sino que diremos palabras con profundo sentido. También utilizamos al silencio para escuchar al otro; porque al no participar, con palabras en los debates nos centraremos y nos concentraremos en la escucha reflexiva.  De este modo, las palabras no se perderán en nuestras cabezas, sino que serán asimiladas, analizadas e incorporadas como insumo necesario al crecimiento de nuestro intelecto y la virtud a nuestra persona. 

Para aprender a callar, hay que ser consciente de nuestras flaquezas… ¡vaya que resulta a veces difícil encontrar nuestro silencio interior! De esa dificultad deriva sin duda la mayoría de los vicios del ser humano; pues la palabra resulta ser la consecuencia directa de nuestros pensamientos, la expresión audible de nuestros sentimientos y pareceres. La mejor palabra es aquella que es breve y concisa, la sabia, la que transmite la verdad, la que persigue el bien. Aprender a hablar poco, lo justo y suficiente, significa, la fuerza de voluntad, el carácter templado, el dominio de sí mismo, la elevación del espíritu.

El silencio practicado con una actitud iniciática se eleva al rango de virtud, pues gracias a él es posible aprender a ser prudente, diligente, moderado y discreto, observar constructivamente las faltas y ser indulgente con las fallas y aprovechar los aciertos de los demás para bien propio y colectivo.

El silencio nos lleva a adentrarnos en un estado que nos transporta más allá de lo que perciben nuestros sentidos; nos ayuda a abrir nuestro corazón y nuestro intelecto, para recibir los mejores frutos de la espiritualidad y del conocimiento.

Lo mejor es callar si aún no sabemos cómo y cuándo hablar. Es mejor callar, hasta que aprendamos la importancia de utilizar la palabra de una forma consciente, mesurada y sabia. Es mejor callar cuando no estemos seguros de poder dominar la pasión como detonante de nuestros pensamientos; y así no avasallar, herir, dañar al otro y seguramente dañarnos a nosotros mismos. Es mejor callar cuando no estemos preparados para aceptar nuestra misión. Es mejor callar cuando se empieza a caminar por senderos desconocidos.

En el silencio encontramos la posibilidad del crecimiento; cuando nos aislamos de nuestras influencias exteriores, abrimos los canales de concentración, observamos, escuchamos y contemplamos, aprendemos a ver la luz, y esto, de por sí, es un proceso en el que hay que aplicar una gran fuerza de voluntad. Si aprendemos a aprovechar las cualidades del silencio, podríamos entre otras cosas, mantenernos constantemente en estado de meditación y auto observación

En conclusión, el primer paso que debe darse en el camino de la sabiduría es el de permanecer en silencio, en tanto que éste sea atento y activo, y no puramente pasivo. Este principio regía en las escuelas pitagóricas, en donde los discípulos, conocidos con el nombre de oyentes, pasaban por un período probatorio de absoluto silencio, durante el cual no se consentía que hablaran. ¿Cómo podría enseñar un maestro a quienes no saben estar en silencio? 

Marvin Espinal
Marvin Espinal


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